Seguramente no soy la única persona que busca la utilidad de las cosas, pensando en las ventajas que un artículo me puede dejar antes de adquirirlo. Creo que por eso nunca he adquirido, por ejemplo, una televisión, pues no le veo utilidad alguna en mi rutina diaria: soy más de música, de noticias en el celular, de películas en el cine o en una tableta. No obstante, sin duda hay artículos que he adquirido no por el beneficio que puede representar, sino porque me gustan. Como las bolsas de mano. Y entonces, de repente me veo en las mañanas buscando qué usar para combinar con tal o cual cosa, y cuando a mi vista parece aceptable la combinación de la prenda con la bolsa, vacío el indescriptible contenido de un bolso en otro… para, horas después, arrepentirme algunas veces: porque el asa es demasiado ancha, porque no logro acomodar en lugar visible las plumas, porque no me caben los papeles, o porque me sobra espacio.
En los últimos meses, particularmente desde julio, he traído conmigo una bolsa en particular, casi en cualquier ocasión, y no había sido consciente de ello hasta hace un par de semanas. ¡Y es que cómo no adorar esa bolsa! En ella puedo acomodar perfectamente un tarjetero, un monedero, el celular, las llaves, pañuelos desechables, un lápiz labial, un dulce o quizá un par, todas las plumas que necesite y hasta un polvo compacto. A veces hay cabida incluso para unos cuantos sobres, y una calceta que un par de manitas inquietas me guarda furtivamente cuando distraigo la mirada. Y eso es todo lo que necesito cargar conmigo durante mi jornada.
Sin duda, en esa pequeña bolsa no entra la laptop que muchas veces me acompaña, ni la libreta ni el libro de turno. Pero es que no son artículos que necesite llevar conmigo a todas partes siempre: puedo leer más tarde, en un descanso entre una actividad y otra en mi casa; puedo escribir notas, documentos completos o entradas de este blog desde mi celular; pero no puedo prescindir de las llaves para entrar a mi casa, ni de un pañuelo desechable en caso de una contingencia natural. Esos artículos sí que los necesito conmigo. Y darme cuenta de esto me ha proporcionado una indescriptible sensación de serenidad…
Quizá más de una persona, en este punto de la lectura, pueda emitir un comentario del tipo: “¡pero qué mujer tan exagerada! ¿Tanto alboroto por una bolsa del tamaño adecuado?” Pues sí, desde mi perspectiva, vaya qué merece este personal alboroto, te cuento enseguida el por qué.
En primer lugar, el más agradecido con este particular descubrimiento, es mi cuerpo; principalmente, mi cuello. Porque, entre menos peso innecesario cargo, mi postura se mantiene de manera correcta no solo mientras estoy sentada, sino también cuando me desplazo. Especialistas en ortopedia, o en columna, probablemente me darán la razón.
En segundo lugar, pero no menos importante que el primero, creo que así como nos comportamos en un espacio de nuestra vida, incluso con algo tan aparentemente banal como una bolsa, nos comportamos en asuntos de mayor trascendencia de nuestra existencia. Porque hasta hace relativamente poco tiempo, también iba por la vida “cargando” con situaciones y relaciones demasiado pesadas para mí; estaba cargando un peso energético por demás innecesario, porque no necesitaba de esas situaciones o personas en mi vida. Iba, de aquí para allá, dando explicaciones a personas que no merecían o necesitaban de tales explicaciones, o buscando o esperando justificaciones de personas que eran incapaces de ser emocionalmente responsables de sus actos u omisiones. Ah, pero qué bonita se veía la señorita en medio de tal o cual situación, acompañada de tal o cual persona… o al menos, eso creía yo. Porque no, no puedo verme ni sentir bonito mientras otra persona utiliza mi experiencia en su exclusivo beneficio, a costa de mi tranquilidad o quizá de mi reputación; o cuando tolero malos tratos, indiferencia o engaños; ni cuando una situación me genera estrés, desgaste emocional, físico y mental, ya sea que se trate de una situación laboral o sentimental. No, todo eso no me sienta bien.
Entonces, así como he decidido utilizar bolsas que me ayuden a mantener un equilibrio y postura correctos, cargando sólo lo necesario, de igual manera he decidido mantener relaciones y mantenerme en situaciones que sean sanas, que sumen, que alegren… que sean necesarias. Porque, siendo tan breve nuestro paso por esta experiencia humana, ¿por qué no empeñarme, con cada fibra de mi ser, con que esta experiencia sea alegre y placentera la mayor parte del tiempo posible?
Carpe diem.